miércoles, 18 de enero de 2012

La bendición también cae del cielo

Caballos, ponys, perros, gatos, conejos pájaros e incluso una serpiente pitón de pocas semanas recibieron ayer una doble bendición: la del agua rociada por los párrocos de San Antón, Jesús Eguarás, y Urbanización Mediterráneo, Miguel Conesa, y la de las gotas de lluvia fina que cayeron intermitentemente sobre la plaza de la Iglesia, a la que medio millar de personas se animaron a acercarse, pese a lo amenazador de las nubes que poblaban el azul del cielo en el día de San Antón.


Este año, el acto de la bendición fue más escueto que en otras ocasiones, probablemente para poder completarlo antes de que descargaran los chubascos. Así, tras la misa en honor al santo en el interior del templo, media docena de jinetes y amazonas y una decena de carruajes, tartanas y carrozas pasaron a la plaza para recibir el agua bendita de manos del cura y lucir la elegancia de sus adornos y el porte del trote de las monturas.

Sus evoluciones no estuvieron exentas de momentos de cierto barullo, pese a los «cuidado!, que pasen primero los carromatos; cuidado!, que no se detengan los caballistas», proferidos por el conductor del acto, micrófono en ristre.

«Ahora se ha abierto un poco más el día y puede que se anime más gente, pero cuando hay que ensillar un caballo, si amenaza lluvia, la gente se lo piensa», indicó un jinete llegado de Torre Pacheco, justo antes de la bendición. Junto a él, presumieron de haber acudido los propietarios de caballos y carruajes de La Magdalena, de Pozo Estrecho y, en suma, de toda la comarca. Al final hubo trofeos para todos ellos, en cierto modo para premiar sus ganas de participar pese ala climatología.

Entre los momentos más graciosos, destacaron los de entrega de sendas copas a dos niñas vestidas con trajes de amazona y a caballo. Después del pase de monturas y carruajes, fueron los dueños de animales de menor tamaño los que se agolparon, alzándoles para que el agua bendita llegara a tocarlos a todos. En aquel momento pareció que también las nubes quisieron contribuir, dejando caer una fina lluvia sobre todos los asistentes. Sin embargo, ninguno de ellos se lo tomó a mal.

«Yo vengo desde hace tres años y no estaba dispuesto a perdérmelo», subrayó Laura Rodríguez, rodeada por varios parientes, que llevaron a sus perros.

«Es bueno conservar las tradiciones, pase lo que pase», remachaba Antonio Martínez, que bautizaba a su perra por tercera año.

Así, la bendición contó con la benevolencia climatológica y , pese a las negras previsiones, se desarrolló más o menos como estaba previsto.

Enlace: Noticia en La Verdad

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